sábado, 24 de octubre de 2015

Cien años y un día


Un cielo grisáceo, sin nubes. Un cielo limpio. Una vela entre la arena, clavada con fuerza esperando la noche. En la Costa no hay nadie, pero sí un piano. Un piano grande, negro y de madera robusta. Las olas revolotean el agua, jugando como críos de 100 años. Las olas están nerviosas porque una vela está clavada justo en mitad de la costa. Perfectamente colocada, porque hoy es el día. 
Hoy es el día en que las estrellas volarán por el universo como una oleada de destellos blancos, como un conjunto de deseos interminables. 
La oscuridad se aproxima cada vez más y las estrellas comienzan a brillar con mucha intensidad. El cielo se convierte en un bonito cumpleaños de luces. Una explosión de fulgor muy intensa acompaña al mar, culpable de la soledad, de las desgracias, de sus cien años vividos y un día muerto. Pero hoy es especial. 
Hoy los búhos duermen por la noche y los cangrejos salen a cazar. Hoy el viento sopla de espalda, sin tocar la vela. 
Una sombra deja caer su sombría figura a un lado de la vela. La enciende delicadamente y vuelve a mirar el horizonte, de frente, mientras sus ojos brillan profundamente por esa alegoría de colores y luces trajinando por el universo. 
Tengo dos mil razones para convertir esta noche en la más especial. La vela y la sombra comienzan a dar claridad a la playa. Pero hay alguien más. Una sombra, perfilada, simbólica y grisácea, camina ligeramente hacia al otro lado de la vela. Con un gesto prudente , la segunda sombra apaga la vela y la vuelve a encender. Y la primera sombra la vuelve a apagar. Ambos se quedan con la mirada fija, anonadada, perdida. La segunda sombra enciende la vela, pero la primera sombra la vuelve a apagar; y así veinticinco veces en un día; y así pasan cien años. 
La vela está consumida por el fuego. Es la hora de enterrarla y levantarse de la playa. Hoy el día, el gran día, se ha acabado. 
Llueve. Un día grisáceo, sin nubes. Un cielo limpio. Hay arena sin vela, sin estar clavada esperando la noche. Pero sí están las dos sombras, con la mirada congelada, y la primera sombra le coge la mano a la segunda sombra. La segunda sombra se levanta y la primera también, pero se vuelven a sentar, pues quieren ver 100 noches más.  Así que se tumban como dos enamorados, como dos descubridores incansables. Las dos sombras están congidas a través de sus manos cuando las olas del mar crecen y devoran la arena; destruyen todo. 
Las dos sombras se van hundiendo, poco a poco, sin prisa y en compañía. Los dos clavan una última mirada al cielo. ¡Y qué cielo! Azulado, intenso, impresionista y en constante movimiento
Hoy es el día, el primer día. Hoy las almas no mueren porque avanzan hacia la espiritualidad. Hoy los pinos no crecen por la oscuridad. Hoy las estrellas no brillan porque quieren descansar. Hoy es el día en que las sombras se han evadido juntas. Hoy son afortunadas por observar el cielo cada noche, porque algún día las estrellas volverán a brillar, y ellos sonreirán, para siempre. 
Por un cuarto, un siglo y nada más. Bueno, y un día más. 
Feliz cumpleaños. 
Angie R.


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