jueves, 12 de marzo de 2015

Botella de vino y suspiro de amor

Era una larga noche de invierno cuando el silencio se apoderó de mí, definitivamente. No supe reaccionar, ni siquiera pestañear más de dos veces por segundo. Cada cinco minutos me pellizcaba en el brazo derecho por si era un sueño que jamás olvidaría. Pero la realidad fue que nunca pude despertar de ese sueño, pues todo era real. <>, pensé.
Mi día comenzaba tan vital como siempre, desayunando dos tostadas, fruta y un vaso de café con leche. A las ocho y cuarto de la mañana salía de casa, cogía el coche y me iba a correr al parque que tenía a 15 kilómetros de mi barrio. Cuando acababa la jornada deportiva me duchaba en casa de Miguel, le daba un beso de buenos días y me iba con el sol deslumbrándome la vista hasta llegar al trabajo.
Ese día compré una especie de bollo relleno de crema de chocolate en la panadería que hay justo enfrente de mi trabajo. Por cierto, soy Patricia y trabajo en una asesoría. Los días en la oficina se pasan volando; de repente son las doce y el día está más perfecto que nunca; luego las tres, descansas tus ojos unos minutos del ordenador, coges el móvil para contestar los corazones que te envía tu futuro marido... Finalmente llega la hora de irse a casa y te despides de tus compañeros con una sonrisa de oreja a oreja mientras sales por la puerta trasera de la oficina. Soy una chica muy risueña; nunca me veréis seria, excepto esa noche tan tétrica y oscura que perdura en mi recuerdo…
Miguel me había preparado macarrones a la boloñesa, como tanto me gustan. El vino, el pan y el plato principal hacían una perfecta imagen en familia. Cuando acabamos, nos tumbamos a descansar y pusimos una película de Clint Eastwood, mientras Miguel me besaba en el cuello insinuando un cuarto plato. No dudé en compartirlo con él. 
Cuando el sol empezaba a esconderse, una amiga íntima me llamó diciéndome que tenía que  hablar conmigo. Yo, absortada, no dudé en ir a su casa para ver qué panorama me iba a encontrar: ella llorando, en un rincón de su habitación, con las persianas echadas, la luz apagada y dos botellas de vino tinto vacías y desplomadas en el suelo.
- Miriam… ¿qué ha pasado? Estoy asustada. Por favor, dime algo. Avancé hasta ella y levanté su rostro, aquel rostro tan demacrado. <>, pensé tras impactar mi mirada en la suya.
- Me ha pegado. Me ha pegado. Me ha pegado- no dejaba de  repetir la misma frase, llorando intensamente y agachando la cabeza lentamente-.
No pude aguantar la ira en ese momento, pues solo al observar en sus brazos moratones tan grandes como uno no se puede imaginar, agaché la mirada y empecé a pensar qué hacer.
- Escúchame. Ahora mismo vas a recoger tus cosas y te vas a venir conmigo, a mi casa. Llamaré a Miguel para avisar que hoy estaré ocupada contigo-. En ese mismo instante, Miriam resucitó dando un feroz salto hacia mi móvil. Lo apagó, me abrazó y se puso a llorar. – Miriam, si quieres no le digo nada a Miguel, pero vámonos a casa cuanto antes, no vaya a ser que venga el animal de tu marido.
Clavó su mirada en mí, de nuevo, pero esta vez más intensamente como si quisiera decirme algo sin la necesidad de hablar. Fue como clavar una espina en mi corazón saber aquello que jamás pensaría escuchar:
- Patricia, lo siento. Perdóname.  Miguel y yo llevamos saliendo en secreto desde hace 9 meses. Nunca supe cómo decírtelo, ni siquiera encontraba el momento. Soy la peor persona y por eso me merezco todo esto. Estoy embarazada  de él y… Patricia por favor, ¡perdóname! Mi marido ha encontrado en mi móvil los mensajes que él me enviaba y a raíz de eso y de unas cuantos cosas… ya sabes cómo es él. ¡Pero sé que me lo merezco! Soy la peor persona del mundo- no dejaba de repetir lo mismo-. Por favor, solo te pido que puedas llegar a perdonarme alguna vez, soy la peor persona del mundo – no dejaba de repetir lo mismo-.
En ese momento sentí un movimiento sísmico en el suelo provocado por la ruptura total de mi corazón. Nunca imaginé que llegaría a escuchar eso, más todavía por ella, mi mejor amiga. No pude soltar palabra, un bofetón o incluso una mirada de desprecio y odio. Lo único que hice fue salir por la puerta y no volver la cabeza. Cuando llegué a casa rompí el móvil y salí en busca de un suspiro de aire. Creo que nunca había corrido tanto como ese día, incluso nunca había visto tanta oscuridad en las calles como ese día. El infierno se apoderaba de mis andadas, de mi vida y de mi alma.
Esa misma noche recibí muchas llamadas de Miguel en el contestador.
- Eres un desconocido entre un billón de personas desconocidas. No me vuelvas a llamar nunca más; me has destrozado la vida. Te odio. Adiós- le dije. Y colgué.  
Contemplaba la luna tras la ventana, mientras conseguía enfriar en cuestión de segundos el café caliente. El olvido, el dolor y la melancolía fueron los actores principales en esa larga y amarga noche de invierno. << ¿Por qué? ¿Por qué ellos?>>, pensé. Me fui a fumar un cigarro, encendí la música y me desvanecí entre los recuerdos impulsados por el sufrimiento. Mi cuerpo perdía movimiento, mi mente dejaba de pensar, los ojos se cerraban en silencio. Todo se convirtió en un único fin aterrador: la ira que podía llegar a sentir era tan grande que lo único que provocó en mí fue despertarme al día siguiente entre el sofá y la chimenea.
Hoy llevo dos años conviviendo con el pasado, buscando esa luz blanca. No he podido olvidar su rostro, su olor y su calor, aunque haga mucho que no le vea. Qué largo es el dolor, qué largo es el olvido. Es curioso como alguien tan diminuto entre tanta gente del planeta puede llegar a destacar tanto en mi vida. Sin embargo, durante estos dos años de luto he podido descubrir muchas cosas, como por ejemplo que hay días grises tan bonitos como los soleados; que los macarrones a la boloñesa llegan a ser tan buenos como los canelones de atún, incluso que hay días que requieren apagar una sonrisa para dar el momento de gloria a otra sonrisa igual de bonita.

Somos seres con una necesidad sujeta a sentimientos. Somos dependientes del otro, independientes de nada. El amor lo defino como un paseo intranquilo, que puede acabar cuando uno quiera sentarse para descansar. Mi vida se ha basado en ilusiones falsas, promesas incumplidas y poesías inocentes. Quizá el amor exista en el día a día, tal vez somos independientes de los demás, donde la esencia la crea la propia actividad del alma. El alma es mi yo interno, mi necesidad básica de razón. ¿Y si el amor es lo más bello que existe en la Tierra?, ¿y si el amor sufre de desilusión porque quiere ser libre? Estoy pensando… estoy pensando en  escribir una partitura para piano, tocarla con el alma y compartirla con la vida. Es amor, sí. El amor eres tú, el amor son ellos, el amor es esto. El amor es la acción y la reacción en un momento perfecto. Quizá es hora de cerrar la botella, limpiarme los ojos con agua y levantarme del suelo. Es hora de regalarte una canción. A ti, sí. 




















Angie R.

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