miércoles, 27 de abril de 2011

Sigue avanzando

No es una carta ni una poesía, es un pensamiento sobre algo que siento el deseo de compartir.
Soy tan pecador como el que más a la vista de un católico empedernido, no me considero tal pues soy hijo de Dios, como tú también.
No soy moralista, ni me asusta el “pecado”, no voy a misa ni critico más a quienes sí van, mucho menos a quienes profesan sus creencias, yo tengo las mías. Pero sí puedo escribir con autoridad que Dios existe en mi, en ti y en cada una de las cosas, gentes y objetos que hay en esta vida y fuera de ella.
Me alejó mucho tiempo el orgullo, hasta que recibí una lección, luego un montón más de lecciones, quizá ello me acercó a Él, después de negar su existencia, luego de culparlo por todos mis males, y después de pedirle perdón por mi ignorancia.Hoy es mi amigo, habita en mí desde tiempos imperecederos, soy imperfecto por que la educación en casa lo es, por que la cultura se ha desvirtuado, por mil razones que ya no son excusa pues me ha dicho que puedo ser perfecto, pero no es necesario.Es un placer escribir sobre Dios, así sin falsas posturas, como te digo, tengo muchos defectos y soy “pecador”, aunque no lastimo a alguien con mis actos, procuro no hacerlo, pero sí tengo pensamientos insanos, soy morboso, miento en ocasiones, soy algo flojo y perezoso, pero me gusta ayudar a los demás, me gusta ser fiel y honesto lo más posible, pero sobre todo, procuro hacer el bien, en lo que cabe.
Tengo que decirte que Él me ha sacado de muchos apuros, no salvó a mi padre de su muerte tan acelerada, pero no le guardo rencor por que todo es perfecto, todo tiene su razón de ser, y cada uno de nosotros tenemos un propósito en esta vida, hay que cumplirlo, y créeme, nuestros propósitos son muy grandes, sólo que la vida mundana nos distrae, nos deprime, nos aleja, nos engaña.


La vida es para disfrutarla, para ser felices, el problema es la información que recibimos diciéndonos lo contrario, crecemos con prejuicios que nos encadenan a una vida de sufrimiento, de enfermedades, de ceguera y un sin fin de problemas personales.Cargas inútiles que bien puede cargar el Dios que cada uno llevamos dentro, quizá el mismo mi Dios que el tuyo, no lo sé, pero escúchalo, háblale, escríbele, ámalo, respétalo, pídele, agradece y pide perdón por tus defectos, verás entonces que te librarás de mucha carga y aligerarás tu camino.

Cuando logres con los años establecer una comunicación con Él, como de amigos íntimos, verás lo simple y fácil que es la vida, disfrutaras verdaderamente la felicidad, tal como debe ser, así vivirás tu vida.