martes, 13 de enero de 2015

Errare humanum est

“Si no respiro es por no ahogarme” Vetusta Morla.
Mar. Silencio. Olas. Peces. Barca. Agua. Viento. Luna. Sol.
Estoy sola en mitad del Océano Atlántico. Llueve, sopla el viento y las nubes están furiosas esta larga e inquietante noche. Solo oigo las gotas de agua que chocan intensamente con su océano. Mi mente se queda en negro; mi cuerpo paralizado. La tormenta regresa con mucha más fuerza e invade mis horas de sueño.
En este momento mi aliento se acelera y expulsa en cada milésima de segundo el miedo que habita en mí. No sé exactamente cuánto viviré; mi comida se acaba, el agua, mi energía. Solo puedo intentarlo. Intentar vivir, tener fe y esperanza y, sobretodo, no perder de vista la estrella Polar.
Por la mañana veo el Sol amanecer frente a mí. Su luz calma mi frialdad, la angustia de la noche anterior. Es curioso observar que el día pasa tan rápido que ni siquiera puedo relajarme; y la noche tan lenta que apenas puedo dejar la mente en blanco.
Calor. Tengo mucho calor - << no puedo más, no puedo más…>> - y no encuentro el maldito sombrero- quizá se me habrá caído, o tal vez ya lo perdí en el crucero-. Es mediodía y enseguida el Sol me dejará. Paso mi momento preferido del día mirando hacia un lado, mirando hacia el otro; pero lo único que puedo ver es un infinito lago azul precioso y salvaje. En efecto, estoy completamente sola. A veces, durante el atardecer, el miedo se adelanta debido a que la noche se aproxima. Invade mi tranquilidad interior y me persuade incómodamente.
<<¡Qué hijo de puta que es el miedo! >> .
Luna. Querida Luna, ven a mí y alúmbrame un rato. Hoy que el mar duerme cómodo quiero tener tu presencia conmigo, hablarte de mis pesadillas y de esos sentimientos que me cuesta recordar. Al menos hoy, mi corazón emula una especie de latido agradable que alguna vez tuve. Te voy a confesar, querida, que una vez me enamoré aunque no fue correspondido. Cuando me fui de crucero mi ilusión se volvió melancólica, y pensé que jamás vería en mi lo que yo veía en él. Triste. Pero todo cambió cuando entre las páginas de mi libro vi una carta, una carta de amor para mí. ¡Y era de él! Entre tanta poesía, había una frase que llamó mi atención: “…si no respiro es por no ahogarme”. Sigo sin entender qué quería decirme, pero ya nunca lo sabré… ¡No debí subirme al barco! Ahora él pensará que habré muerto, como la mayoría. Pero mejor que sepa eso porque es muy probable que muera en el intento de buscar ayuda.
Día. Sol y calor. Amanecer, qué bonito nombre tienes. Creo que es el momento del día donde el Sol y la Luna evitan saludarse: uno aparece, otra se marcha. El Sol es magnífico porque sabe que odio el frío. Por eso me mima tanto, aunque muchas veces me asa de calor. Aun sintiéndome desesperada, sin él ya habría muerto en vano.
Me desplomo en el océano y es una sensación brutal. Siento su dulce movimiento rozando mi piel, transportándome, como un bebé, hacia otros despertares. Creo que es el mejor momento que he vivido hasta ahora. No sabía que el mar daba tanta felicidad.

Cuando me doy cuenta veo mi diminuta barca a muchos metros de donde me hallo.   
- ¡Mierda!, pensé. Nado rápido, muy rápido, con la poca fuerza que queda en mí. Y cuando llego me derrumbo entre la vieja madera del interior. Necesito respirar con intensidad, pero no puedo, pues no quiero ahogarme aún. Río. Es extraño pero solo tengo ganas de reír. Estoy en un momento donde mil cincuenta sentimientos florecen desde mi interior. Curioso. Me siento como haber vivido una aventura peligrosa- aunque parezca una situación bipolar, creo que es algo positivo, pues reír es un guiño de felicidad, de plenitud; y es algo que ahora mismo me viene como anillo al dedo-.
Noche. Hoy es la octava noche que el buque de crucero se inundó. Hoy es la octava noche que sigo con vida, gracias a Dios. Y hoy es la octava noche que existe mi ser, mi mente y mi razón.
Pero mi cuerpo cada vez se encuentra más cansado, indispuesto y dañado. Mi mayor miedo, a lo que más temo, se habita en el interior de este océano. Los devora-hombres, los reyes misteriosos, los magnates de la oscuridad. Pero no quiero pensar en eso; no ahora.
Hoy por la mañana me he dedicado a pescar, pues he observado que el mar estaba agitado así que he visto perfectamente un banco de peces y, gracias a una red de supervivencia, he podido pescar uno. Ahora toca sufrir por sobrevivir. Vomito de entrada pensar que ese pez, crudo, irá a mi estómago. Qué asco. Pero la realidad es que sino moriré de verdad.
<>
Me he quedado sin agua. Ahora mi vida está en manos de Dios. Comer ese pez ha sido lo más repugnante que he hecho en mi vida, pero no podía aguantar más; me hubiese comido mi zapato, en todo caso. Las nubes se ven tristes y eso quiere decir que pronto empezará la tormenta. Una noche más, el miedo me atrapará.
Necesito luz, brillo incandescente, para saber que no estoy sola. Mientras tanto, la lluvia va cayendo y mojándome con mucha intensidad. -Otra vez no…, pienso en silencio.
¡Qué cojones pasa! Esta vez son olas gigantescas, van a derribar mi barca. No, no quiero morir… - ¡Socorro, Socorro! ¡Ayuda, por favor! No puedo más, por favor, ayúdenme, por favor…

<< Me sumerjo lentamente. Apenas puedo mover un dedo porque algo me está absorbiendo hacia las profundidades. Nunca quise imaginar este momento, pues evitaba respirar para no ahogarme. Pero es inútil luchar con mi sufrimiento, ya que éste supera mi fuerza, mi lucha interior. Así, sin más demora, no puedo evitar respirar; no puedo evitar sentir el dolor, ni la agonía y tristeza que estos 9 días he llevado conmigo. Es absurdo no respirar. Necesito respirar aunque me ahogue. Es necesario enfrentar mente y corazón en un mismo círculo >>.

Me acuerdo de ti. Voy a morir pensando en ti, pero lo más importante sabiendo que tú también piensas en mí. Ahora me siento más tranquila porque… Ah! Ya lo entiendo. Por fin lo he entendido. Ahora comprendo todo. La frase….era yo tu respiración desde el principio, pero evitabas herirte por mi ausencia. Lo siento, siento no haberlo visto. Fui tonta. 





Angie R.