Desde la estación de Atocha, el reloj
marcaba la hora de salida del tren hacia Bilbao. Cuando compré lo
necesario para el trayecto, me aproximé ligeramente a las vías del
tren para encontrar el coche y la butaca, mientras el silbido del
conductor generaba más tensión entre los viajeros que, todavía y
con torpeza, intentaban introducir la segunda pierna dentro de los
vagones. Corría el año 2015, no muy lejos de hoy, cuando los
motores del Alvia intensificaban la marcha rumbo a una ciudad
seminueva para mi. Y tan joven resultaría que desde entonces apunto
en mi agenda comprar un billete cada 28 de octubre.
Las aves, adormecidas, sacudían con
sus alas un cielo manchado de la noche anterior. Durante la primera de las
casi seis horas, la vida en un tren parecía entretenida si en mi
mano sujetaba un libro y en mis oídos, unos auriculares. Los
descansos los dediqué a contemplar el paisaje rústico, a la caza
de pillar el campo leonés; y después el vasco. [“Próxima parada:
Miranda del Ebro”, decían. Y aún lo recuerdo como si hiciese dos
horas que mi tren paró allí durante cinco minutos.] El resto del
tiempo, entre reposo y hastío, lo dediqué a escuchar la lista de
música la cual tenía que prepararme bien antes de los conciertos.
[Claro, ¿cómo iba yo a sentir la música sin antes entenderla?]
Miranda del Ebro me recordó a invierno, a una sensación vacacional,
a frío y a festivales con cervezas en unas manos tapadas con guantes.
Y entonces llegué a destino.
Hilo rojo del destino
Si pones en el buscador Google “qué
dicen”, aparecerá una dosis potente de actualidad, y nada de
mitologías, refranes o dichos populares. “¿Qué dice la biblia de
la homosexualidad?”, “¿Qué dicen las apuestas sobre el
Pacquiao?”, “¿Qué dicen esta noche en el debate de Gran
Hermano?”, “¿Qué dicen los correos electrónicos de Hillary
Clinton?”. Pero más interesante fue que al añadir “leyendas”,
me topé con el 'Hilo rojo del destino' que según dice: “los
dioses atan un cordón rojo alrededor del tobillo de los que han de
conocerse o ayudarse (…), y así las dos personas unidas por el
hilo rojo están destinadas a ser amantes, independientemente de la
hora, el lugar o la circunstancia. Por tanto, este cordón mágico se
puede estirar o enredar, pero nunca puede romperse”. Esta
leyenda asiática se adecua perfectamente a mis visitas a la tierra
vasca. Estoy “atada” con un cordón elástico a la ciudad que
dio nombre a una de las experiencias más gratificantes que viví.
Este
año, por segundo consecutivo, el festival BIME live superó sus
expectativas. Coordinarse no es tarea fácil, pero coordinarse por
doble es casi imposible. Bilbao consiguió el desafío, pues en esta
edición repetí alojamiento (Portugalete ) y visité, de nuevo,
Getxo en bicicleta para probar por primera vez las kiskillas. Un
antojo que sacié, con una cerveza fresca y rabas casi pensadas para
la Jet set. Sin embargo, la mala niebla hizo del día un cielo
grisáceo. Lo cierto fue que quedaba todavía una sesión más de
festival y un domingo corto para recorrer algunos bares del centro
antes de volver a la capital.
Del
cartel de 2015 recuerdo una marea popera, nuevo indie español y la
cabeza principal, Imagine Dragons. Por ese entonces estaba tan
ilusionada, que hasta permitía rozar mis hombros con los demás
cuerpos acelerados. Eran Imagine Dragons, Supersubmarina, Los
Planetas, Crystal Fighters. Y por tales diferencias de estilos y de
público, el segundo día fue el de mayor éxito. En esta edición,
el dragón The Chemical Brothers acorraló durante la hora y media al
90% del público, es decir, al menos 14.000 almas sacudían sus
caderas al ritmo de los hermanos ingleses. La electrónica batió
récord en el BIME, pero los aplausos también fueron para el
propio festival, por la elegancia de repartir el sonido en los tres
escenarios, sin molestias ni protestas, cohesionando dos sesiones
potentes con la tercera folck, pop o melodías atrapasueños.
De
esta última, Edwins Collins sonó suave, tranquilo y clásico frente
a una grada llena. [Me preguntaba de dónde salía tanta gente, si
los dos escenarios principales estaban llenos de gente] Con la misma
tranquilidad, Nacho Vegas apareció poco después de despedir a la
banda estadounidenses Richmond Fontaine, quienes dejaron despegar sus
alas al sonido de un country moderno. El escenario de Vegas, sin
embargo, destacó por encima de las perspectivas. Quién iba a pensar que en hora y pico de concierto se atrevería a introducir un coro de
mujeres y hombres. Que lo montase en la Riviera hace un año era
necesario para su cerrar su gira a lo grado. Por ello, el gigante marcó su territorio con
un megáfono de plástico que utilizó para 'El hombre que casi
conoció a Michi Panero'.
Cuando
pasada la media hora de escuchar al cantautor asturiano, en el
escenario principal Suede llevaba treinta minutos de concierto. El
inglés, y cabeza de cartel del viernes, eligió un repertorio de
canciones muy acertadas. Parecía que en algún momento se
desmayaría de tanta energía, e incluso aguantó con valentía hasta
el último momento para interpretar 'Beautiful Ones', una de las
canciones que reclamaba el público y que, aun así, se hizo de
rogar. De hecho, cuando sonó ésta, yo ya estaba de camino al
metro, después de tres intentos fallidos para intentar hablar con
Julio Ruíz en el chiringuito de Radio 3.
El
sábado en Getxo concurrió rápido, pese a la niebla y a los
malestares que me provocaba el frío. La tarde se pasó frente a una
pantalla de cine en Barakaldo, Yelmo cines, por el Documental de
Oasis. El finde musical en Bilbao, lo describiría. Por cuestión
personal, no voy a añadir ninguna crítica porque quizá estropearía
la esencia, pero tampoco tuve palabras para expresar cómo lo viví,
pese a no ser una auténtica fan. En la primera hora post-Oasis, de hecho, todavía estuve pensativa. Sólo diré que la recomiendo
ciento cincuenta por ciento. Pasadas las diez de la noche, Carlos
Sadness acababa de tocar 'Bikini', y todavía le dio tiempo a seguir
con el ukelele y mostrar otra de su último disco. Así que pillé
otra cerveza aunque de lo llena que estaba tampoco tenía tantas
ganas de hincharme más.
Le
di la espalda casi a la mitad de los artistas por Oasis [y justo
ahora mismo Spotify me ha recordado que todavía está en los cines
“el documental de los hermanos Gallagher, la banda musical más
importante de los 90”]. La zona foodtruck estaba en el polo norte,
en una zona al aire libre en la que apenas se podía acceder sin
chaqueta. Uno de los puestos que más me llamó la atención fue el
de comida asiática. Con sus noodles a 6 euros, casi pensados para la
Jet set, se me hizo imposible no repetir hasta 3 veces en los dos
días de conciertos. Aunque la salsa semipicante imperó en mi
estómago durante algunas horas. Frente a la media noche, The Divine
Comedy hizo de su escenario una comedia neoyorquina del siglo XVIII.
Un cabaré con ritmo, con guitarras eléctricas, un bajo y batería.
Las gradas, de nuevo, se llenaron aunque en esta ocasión se repartió
equitativamente entre ellos y Moderat, que demasiado alargó su final
si en teoría The Chemical Brothers tenía que haber pinchado su
primera canción hacía 15 minutos.
De
PJ Harvey o Javiera Mena, el viernes, se desarticuló el lado
femenino de la edición. Se hicieron notar con audacia, y con muchos
fanáticos coreando sus temas más actuales. De la inglesa, el
despojo de interpretar un rock alternativo se valoró positivamente ahí abajo;
mientras que Javiera Mena levantó a todo su público, sobre todo
cuando pinchó 'Otra era' (su último single).
El
hilo rojo del destino es el perfecto título que resume el
sentimiento que aguardo de Bilbao, la ciudad que creó música, o que
hizo algo grande para atraer la música. El hilo rojo del destino me
une allí, obligada con entusiasmo a volver anualmente a los
lugares ya visitados pero que nunca me sacian. Desde que por primera
vez pisé un festival, no he dejado de pisar más. Como esa droga que
aparece en polvo blanco en los baños públicos, siento así a la
música. Tras asistir a cuatro festivales en un año y a casi una
centena de conciertos, he decidido seguir el legado para 2017.
He
aquí la crónica, crítica y narrativa personal de uno de los
festivales, ya casi saliendo de los subterráneos del boulevard, que
más sentido ha dado a mi afán por la música. Hasta el año que
viene. Agur.
Angie R.