martes, 29 de diciembre de 2015

La breve historia de Elia

"Camino sola bajo el sol del invierno. Hojas caídas se amontonan en mi camino, entre mis pies descalzos, inundando el sendero de piedras, afiladas, agrietado por las guerras, los caminantes sin rumbo y la sangre derramada. Un viento de poniente eleva mi telilla de muselina oscura, descompuesta de las batallas continuas por huir de un mundo, un mundo agridulce del cual no quiero pertenecer. Me voy para no volver.
Es de noche y el frío se apodera de mi durante unas horas. Estoy congelada, no siento las manos y quiero descansar. De pronto, una aldea, pequeña y despoblada, se sitúa a media legua desde donde estoy. Me apresuro para llegar lo antes posible".
Noche en la aldea, leña abrasadora
Celia, una mujer mayor, risueña y trabajadora, me invita a pasar la noche dentro. Ceno leche, pan de centeno y uvas verdes, mientras una pequeña princesita deposita la mirada en mi (<>, pienso). Mientras la leña aviva las llamas del fuego, la princesita, sigilosamente, se sienta a mi lado, inquieta y ansiosa por saber quién soy, de dónde vengo, por qué estoy en su casa. 
- No te asustes, pequeña. Me llamo Elia, vengo de muy lejos, de la otra parte del lago. ¿Y tú cómo te llamas, princesita?
La niña de ojos saltones me mira fijamente, dispuesta a contestar, pero acechada por mi desconocida llegada.
- Me llamo Amalia-. Y se hizo el silencio durante unos minutos. - ¿Por qué te has ido de tu casa?, dijo Amalia con todo dulce, más tranquila y relajada.
En este momento no supe qué decir, si la verdad o la mentira, si enseñar mi pasado a través de mis ojos, mis temores en mis lágrimas o mi dolor en mi llanto. No supe qué contestar, no supe qué era lo correcto. Necesitaba sonsacar mi fuerza y ser, por un día, débil, consumida por la vida.
- No creo que quieras escuchar mi historia, Amalia. No me quedaré aquí mucho tiempo, así que prefiero que me recuerdes como una amiguita que una vez compartimos chimenea en un duro invierno de 1653.
Lluvia fusionada con sangre 
A la mañana siguiente me desperté viva. Una gran noticia. Abrí la puerta con cautela, cogí dos trozos de pan, un cuarto de queso y me escapé sin dejar rastro. Mi camino continuaba, tenía que llegar hasta las últimas montañas de la cordillera para ser libre. Durante el viaje, una nube descendió y empezó a llover mucho. Mis pies humedecidos, la ropa manchada de barro y agua y el camino ya empezaba a ser dificultoso para continuar. Pero enseguida encontré refugio, una cueva deshabitada, aunque no garantizaba protección ante los monstruos que me estaban buscando. Así que decidí coger ramas partidas que tapaban gran parte del bosque para improvisar una valla entre la cueva y yo. Elaboré una lanza con madera humedecida de roble, y la tallé con una piedra afilada. Ahora podía descansar tranquila hasta que dejara de llover.
La noche, pesadillas y soledad eran mis temores desde que tuve uso de razón. Preparé una hoguera para calentarme, pero no podía desmoronarme mucho; aún tenía un largo camino y los monstruos se aproximaban. Cogí un trozo de tela, la armé a la lanza y prendí fuego. Cogí las herramientas de defensa que había creado y, mediante un cinturón improvisado, los anclé para que no se cayeran. Escapé rápidamente, no podía desmoronarme más.
Dos horas habían pasado ya. De pronto me tropecé con un ciervo degollado, con la sangre aún fresca <>, pensé. Arranqué su gruesa piel con una de mis herramientas y me revestí de ella para camuflarme entre el bosque. Caminé y caminé hasta que alguien me cogió por detrás. Me dormí. 
La tribu Kúbrik 
La tribu Kúbrik pertenecen a los Massois que habitaron gran parte de los bosques del Este durante décadas. Era gente guerrera, de tez albina y melena larga, muy larga. Las mujeres se recogían el cabello haciéndose una espiral gigante y amarrándolo con dientes de jabalí; los hombres se dejaban la melena suelta, como parte de un ritual de sus ancestros.
- ¿Quiénes sois? ¿Dónde estoy?
- "Kulahe manaji trukino Kúbrik ankiroj nsá"-. No entendía nada, pero deducí por la palabra "Kúbrik" que eran la tribu de los bosques del Este.
- Necesito irme, por favor, dejadme marchar-. Ellos tampoco me entendían, pero por mi forma de suplicar, notaron que algo pasaba.
Me llevaron a una cabaña repleta de mujeres desnudas, rozando sus senos entre ellas. Se besaban, se masturbaban, lamían sus cuerpos unas a otras mientras el fuego ardía en el centro. Dos Kúbrikos no me dejaban salir. Empecé a chillar, queriendo escapar de esa odisea abstracta, pero cuando me di cuenta ya me habían arrancado mis prendas.
A la mañana siguiente, antes de que el sol amaneciera, cogí prendas más resistentes que encontraba en la superficie, dos cuchillos afilados, una lanza de metal y un poco de comida y agua.
Todos estaban dormidos, pero sabía que en poco tiempo despertarían. Así que empecé a correr colina abajo, sin mirar atrás, corriendo como un relámpago para despejarme lo máximo posible de ese territorio.
Tres disparos en el camino
"Cada vez estoy más cerca de mi destino, la últimas montañas de la cordillera, mi pasaporte para la libertad, para liberarme de un pasado indeseado, doloroso e injusto. He vivido muchas atrocidades, desde mi infancia, hasta defender mi supervivencia para  llegar a mi destino. Hoy noto más cerca el aire de las montañas doradas".
Habían pasado ya unos días desde que huí de la tribu Kúbrik. Cacé ciervos, pesqué, pasé mucho miedo por las noches; me refugiaba escalando árboles, buscando cuevas, construyendo techos de madera. Pero no ha habido movimiento de humanos, lo que significa que es una buena señal. <>. El sol comenzaba a esconderse cuando en mitad del camino un hombre con aspecto robusto, muchas capas negras por su cuerpo y un antifaz tapando su rostro se posó frente a mi. 
- ¿Te has perdido, preciosa? Te puedo llevar a casa...
- Te doy diez segundos para se salgas corriendo, desaparezcas de mi vista y no vuelvas a pisar este camino nunca más: 1, 2, 3... - empecé a contar, de forma muy agresiva y preparada para cualquier ataque.
(Carcajadas continuas)- ¿Pero quién te crees que eres, preciosa? Te voy a enseñar a respetar a los hombres solitarios armados.
Sacó su pistola y empezó a tirotear hacia mi. Pero me adelante, me agaché y le alcancé antes de que lanzase su segunda bala. Cayó al suelo, saqué mi navaja y le degollé.
La sangre recorrió unos metros, pero luego se perdió entre el pastizal de los lados. Limpié mi navaja, la anclé a mi cinturón y continué el camino.
La bienquerida
"Un día más acechando a la muerte". A dos leguas se encontraba mi destino: un conjunto de montañas doradas, resplandecientes y grandiosas me acogerían en su ciudad. Ya notaba el aire puro, el aire de la felicidad. No podía esperar más, así que aligeré el paso.
A medida que me acercaba, la primavera parecía haber llegado por las flores silvestres, los árboles rebosantes de brotes y un sol radiante que alumbraba mi vista.
Cuando llegué a la puerta de la ciudad, la gente era diferente a cómo me la imaginaba. Su vestimenta era elegante, como si salieran de un reino, con cabellos oscuros, vestidos de seda y había mercados de alimentos en todas las esquina. Las casas eran de cemento, marrones y decoradas con colores llamativos- rojo, verde, amarillo y blanco-. Cuando entré, los aldeanos se quedaron estupefactos por mi aspecto, mis lanzas y herramientas de batalla, la sangre, aun húmeda, en las prendas. Algunos hombres me cogieron y me llevaron frente al líder, y entonces fue allí cuando tuve que explicar toda mi historia: quién era, de dónde vengo, por qué huí...
Señor, permítame que me presente. 
Me llamo Elia, hija del Rey Angustiu Khaar y Sophiaa Khaar. Mi madre fue asesinada cuando yo tenía 4 años, y durante mis últimos 18 años he vivido con mi madrastra, una mujer cruel, diabólica, que ha corrompido mi reinado, destruido los recuerdos de un imperio justiciero y democrático. Cuando tenia 12 años fui brutalmente torturada por mi ella, hasta que un día pagó a mercenarios para que me violaran un par de veces al día. Los últimos años los he pasado en una cárcel, sin ver el sol, pero preparándome para atacar. Por eso, hace una semana que huí rompiendo los barrotes de la ventana cuando en ese momento unos carroceros transportaban el cadáver de mi padre entre un montón de paja. 
Cuando vi semejante acontecimiento, no pude resistir el dolor que tenía en mi interior. Cogí una espada, corrí hacia mi madrastra y la apuñalé cinco veces el corazón. 
Llevo huyendo una semana en busca de las montañas doradas, para liberarme del pasado y comenzar de nuevo. Os pido, por favor, que me adoptéis y prometo ser fiel a mis nuevas raíces. 
(Silencio en la sala). Un aplauso. Dos aplausos. Un abrazo.
- Bienvenida, querida- dijo el líder.
Por fin había saboreado la libertad. Inspiré intensamente y, por fin, respiré.
Muy fuerte.


















Angie R.










sábado, 24 de octubre de 2015

Cien años y un día


Un cielo grisáceo, sin nubes. Un cielo limpio. Una vela entre la arena, clavada con fuerza esperando la noche. En la Costa no hay nadie, pero sí un piano. Un piano grande, negro y de madera robusta. Las olas revolotean el agua, jugando como críos de 100 años. Las olas están nerviosas porque una vela está clavada justo en mitad de la costa. Perfectamente colocada, porque hoy es el día. 
Hoy es el día en que las estrellas volarán por el universo como una oleada de destellos blancos, como un conjunto de deseos interminables. 
La oscuridad se aproxima cada vez más y las estrellas comienzan a brillar con mucha intensidad. El cielo se convierte en un bonito cumpleaños de luces. Una explosión de fulgor muy intensa acompaña al mar, culpable de la soledad, de las desgracias, de sus cien años vividos y un día muerto. Pero hoy es especial. 
Hoy los búhos duermen por la noche y los cangrejos salen a cazar. Hoy el viento sopla de espalda, sin tocar la vela. 
Una sombra deja caer su sombría figura a un lado de la vela. La enciende delicadamente y vuelve a mirar el horizonte, de frente, mientras sus ojos brillan profundamente por esa alegoría de colores y luces trajinando por el universo. 
Tengo dos mil razones para convertir esta noche en la más especial. La vela y la sombra comienzan a dar claridad a la playa. Pero hay alguien más. Una sombra, perfilada, simbólica y grisácea, camina ligeramente hacia al otro lado de la vela. Con un gesto prudente , la segunda sombra apaga la vela y la vuelve a encender. Y la primera sombra la vuelve a apagar. Ambos se quedan con la mirada fija, anonadada, perdida. La segunda sombra enciende la vela, pero la primera sombra la vuelve a apagar; y así veinticinco veces en un día; y así pasan cien años. 
La vela está consumida por el fuego. Es la hora de enterrarla y levantarse de la playa. Hoy el día, el gran día, se ha acabado. 
Llueve. Un día grisáceo, sin nubes. Un cielo limpio. Hay arena sin vela, sin estar clavada esperando la noche. Pero sí están las dos sombras, con la mirada congelada, y la primera sombra le coge la mano a la segunda sombra. La segunda sombra se levanta y la primera también, pero se vuelven a sentar, pues quieren ver 100 noches más.  Así que se tumban como dos enamorados, como dos descubridores incansables. Las dos sombras están congidas a través de sus manos cuando las olas del mar crecen y devoran la arena; destruyen todo. 
Las dos sombras se van hundiendo, poco a poco, sin prisa y en compañía. Los dos clavan una última mirada al cielo. ¡Y qué cielo! Azulado, intenso, impresionista y en constante movimiento
Hoy es el día, el primer día. Hoy las almas no mueren porque avanzan hacia la espiritualidad. Hoy los pinos no crecen por la oscuridad. Hoy las estrellas no brillan porque quieren descansar. Hoy es el día en que las sombras se han evadido juntas. Hoy son afortunadas por observar el cielo cada noche, porque algún día las estrellas volverán a brillar, y ellos sonreirán, para siempre. 
Por un cuarto, un siglo y nada más. Bueno, y un día más. 
Feliz cumpleaños. 
Angie R.


sábado, 29 de agosto de 2015

Frívolo y Esperanza



Mírame a los ojos. Mírame a los ojos fijamente y no digas nada. Solo mírame. Deja que el mundo fluya por tu espalda; siente el viento jugar con tu pelo corto y sedoso, pero no dejes de mirarme a los ojos.
Cógeme la mano y mírame, riendo, hasta marearnos. Toca el agua del verano, huele a frescor tu tez dorada. Cógeme de la mano, sí. Cógeme hasta besarnos. Un beso sin tocar los labios.
Diez centímetros de distancia son los que separan tus ojos de los míos. Y te detienes para fijarte en lo profundo de mi alma a través de mis ojos, color olivo, dulces como el almíbar. Detienes los nervios de infarto por oír la tormenta acercándose a la costa. 
Y es que aquello que un día quiso que fuera reflejo del amor, un rayo dejó caer el mal entre las olas. 
Pero no quisiste perder la mirada de lo alto. 
Me voy contigo de la mano, me das un abrazo. Me pierdo entre tus llantos melancólicos al saber que yo me voy del mar a sembrar tu recuerdo. 
Un día llamarán para que me mires a los ojos, y recordaré de ti un mar acristalado y un rayo desvariado. 
Angie.R

jueves, 12 de marzo de 2015

Botella de vino y suspiro de amor

Era una larga noche de invierno cuando el silencio se apoderó de mí, definitivamente. No supe reaccionar, ni siquiera pestañear más de dos veces por segundo. Cada cinco minutos me pellizcaba en el brazo derecho por si era un sueño que jamás olvidaría. Pero la realidad fue que nunca pude despertar de ese sueño, pues todo era real. <>, pensé.
Mi día comenzaba tan vital como siempre, desayunando dos tostadas, fruta y un vaso de café con leche. A las ocho y cuarto de la mañana salía de casa, cogía el coche y me iba a correr al parque que tenía a 15 kilómetros de mi barrio. Cuando acababa la jornada deportiva me duchaba en casa de Miguel, le daba un beso de buenos días y me iba con el sol deslumbrándome la vista hasta llegar al trabajo.
Ese día compré una especie de bollo relleno de crema de chocolate en la panadería que hay justo enfrente de mi trabajo. Por cierto, soy Patricia y trabajo en una asesoría. Los días en la oficina se pasan volando; de repente son las doce y el día está más perfecto que nunca; luego las tres, descansas tus ojos unos minutos del ordenador, coges el móvil para contestar los corazones que te envía tu futuro marido... Finalmente llega la hora de irse a casa y te despides de tus compañeros con una sonrisa de oreja a oreja mientras sales por la puerta trasera de la oficina. Soy una chica muy risueña; nunca me veréis seria, excepto esa noche tan tétrica y oscura que perdura en mi recuerdo…
Miguel me había preparado macarrones a la boloñesa, como tanto me gustan. El vino, el pan y el plato principal hacían una perfecta imagen en familia. Cuando acabamos, nos tumbamos a descansar y pusimos una película de Clint Eastwood, mientras Miguel me besaba en el cuello insinuando un cuarto plato. No dudé en compartirlo con él. 
Cuando el sol empezaba a esconderse, una amiga íntima me llamó diciéndome que tenía que  hablar conmigo. Yo, absortada, no dudé en ir a su casa para ver qué panorama me iba a encontrar: ella llorando, en un rincón de su habitación, con las persianas echadas, la luz apagada y dos botellas de vino tinto vacías y desplomadas en el suelo.
- Miriam… ¿qué ha pasado? Estoy asustada. Por favor, dime algo. Avancé hasta ella y levanté su rostro, aquel rostro tan demacrado. <>, pensé tras impactar mi mirada en la suya.
- Me ha pegado. Me ha pegado. Me ha pegado- no dejaba de  repetir la misma frase, llorando intensamente y agachando la cabeza lentamente-.
No pude aguantar la ira en ese momento, pues solo al observar en sus brazos moratones tan grandes como uno no se puede imaginar, agaché la mirada y empecé a pensar qué hacer.
- Escúchame. Ahora mismo vas a recoger tus cosas y te vas a venir conmigo, a mi casa. Llamaré a Miguel para avisar que hoy estaré ocupada contigo-. En ese mismo instante, Miriam resucitó dando un feroz salto hacia mi móvil. Lo apagó, me abrazó y se puso a llorar. – Miriam, si quieres no le digo nada a Miguel, pero vámonos a casa cuanto antes, no vaya a ser que venga el animal de tu marido.
Clavó su mirada en mí, de nuevo, pero esta vez más intensamente como si quisiera decirme algo sin la necesidad de hablar. Fue como clavar una espina en mi corazón saber aquello que jamás pensaría escuchar:
- Patricia, lo siento. Perdóname.  Miguel y yo llevamos saliendo en secreto desde hace 9 meses. Nunca supe cómo decírtelo, ni siquiera encontraba el momento. Soy la peor persona y por eso me merezco todo esto. Estoy embarazada  de él y… Patricia por favor, ¡perdóname! Mi marido ha encontrado en mi móvil los mensajes que él me enviaba y a raíz de eso y de unas cuantos cosas… ya sabes cómo es él. ¡Pero sé que me lo merezco! Soy la peor persona del mundo- no dejaba de repetir lo mismo-. Por favor, solo te pido que puedas llegar a perdonarme alguna vez, soy la peor persona del mundo – no dejaba de repetir lo mismo-.
En ese momento sentí un movimiento sísmico en el suelo provocado por la ruptura total de mi corazón. Nunca imaginé que llegaría a escuchar eso, más todavía por ella, mi mejor amiga. No pude soltar palabra, un bofetón o incluso una mirada de desprecio y odio. Lo único que hice fue salir por la puerta y no volver la cabeza. Cuando llegué a casa rompí el móvil y salí en busca de un suspiro de aire. Creo que nunca había corrido tanto como ese día, incluso nunca había visto tanta oscuridad en las calles como ese día. El infierno se apoderaba de mis andadas, de mi vida y de mi alma.
Esa misma noche recibí muchas llamadas de Miguel en el contestador.
- Eres un desconocido entre un billón de personas desconocidas. No me vuelvas a llamar nunca más; me has destrozado la vida. Te odio. Adiós- le dije. Y colgué.  
Contemplaba la luna tras la ventana, mientras conseguía enfriar en cuestión de segundos el café caliente. El olvido, el dolor y la melancolía fueron los actores principales en esa larga y amarga noche de invierno. << ¿Por qué? ¿Por qué ellos?>>, pensé. Me fui a fumar un cigarro, encendí la música y me desvanecí entre los recuerdos impulsados por el sufrimiento. Mi cuerpo perdía movimiento, mi mente dejaba de pensar, los ojos se cerraban en silencio. Todo se convirtió en un único fin aterrador: la ira que podía llegar a sentir era tan grande que lo único que provocó en mí fue despertarme al día siguiente entre el sofá y la chimenea.
Hoy llevo dos años conviviendo con el pasado, buscando esa luz blanca. No he podido olvidar su rostro, su olor y su calor, aunque haga mucho que no le vea. Qué largo es el dolor, qué largo es el olvido. Es curioso como alguien tan diminuto entre tanta gente del planeta puede llegar a destacar tanto en mi vida. Sin embargo, durante estos dos años de luto he podido descubrir muchas cosas, como por ejemplo que hay días grises tan bonitos como los soleados; que los macarrones a la boloñesa llegan a ser tan buenos como los canelones de atún, incluso que hay días que requieren apagar una sonrisa para dar el momento de gloria a otra sonrisa igual de bonita.

Somos seres con una necesidad sujeta a sentimientos. Somos dependientes del otro, independientes de nada. El amor lo defino como un paseo intranquilo, que puede acabar cuando uno quiera sentarse para descansar. Mi vida se ha basado en ilusiones falsas, promesas incumplidas y poesías inocentes. Quizá el amor exista en el día a día, tal vez somos independientes de los demás, donde la esencia la crea la propia actividad del alma. El alma es mi yo interno, mi necesidad básica de razón. ¿Y si el amor es lo más bello que existe en la Tierra?, ¿y si el amor sufre de desilusión porque quiere ser libre? Estoy pensando… estoy pensando en  escribir una partitura para piano, tocarla con el alma y compartirla con la vida. Es amor, sí. El amor eres tú, el amor son ellos, el amor es esto. El amor es la acción y la reacción en un momento perfecto. Quizá es hora de cerrar la botella, limpiarme los ojos con agua y levantarme del suelo. Es hora de regalarte una canción. A ti, sí. 




















Angie R.

martes, 24 de febrero de 2015

Hoy la poesía se viste de AMOR

Hace unos días releí un libro de poemas que tenía en mi casa que, en un principio, lo había dado por perdido. Cuando lo acabé no pude evitar leerlo de nuevo, ya que muchos de esos poemas han sido parte de mi vida, de cuando iba al instituto y teníamos que analizarlos rigurosamente. Al terminar el libro, por segunda vez, no me cabía la más mínima duda de afirmar que la poesía es necesaria en mi vida. A raíz de este afán he recopilado un surtido de obras maestras que me han conmovido, alterado, influenciado. Y sé que me dejo a muchos grandes poetas por el camino, pero elegir a todos significaría hacer un post interminable.

Dicho esto, espero que disfrutéis con mi selección. Quizá otro día comparta un post con aquellos que se han quedado por el camino. 




1. Soleares, Seguidillas y otras Coplas

Cuando a tu cara me acerco,
las palabras, en la boca,
se me convierten en besos.

Cuando me miras, me matas...
Y si no me miras, más.
Son puñales que me clavas
y los vuelves a sacar.

Cuéntame tus penas,
te diré las mías...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.

El cariño y la salud
en un punto se parecen.
Nadie sabe lo que valen
hasta que después que se pierden
Manuel Machado 
2. El Desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
 
Luis Alberto de Cuenca

3. Oda a la tristeza
Tristeza, escarabajo
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasa.
Ándate.
Vuelve
al sur con tu paraguas,
vuelve
al norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victoria.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu mano,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré, tristeza, tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.
Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:
quiero la luz y el trigo de tus manos amadas
pasar una vez más sobre mí su frescura:
sentir la suavidad que cambió mi destino.
Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,
quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,
que huelas el aroma del mar que amamos juntos
y que sigas pisando la arena que pisamos.

Quiero que lo que amo siga vivo
y a ti te amé y canté sobre todas las cosas,
por eso sigue tú floreciendo, florida,

para que alcances todo lo que mi amor te ordena,
para que se pasee mi sombra por tu pelo,
para que así conozcan la razón de mi canto.
Pablo Neruda

4.  Cultivo una Rosa Blanca

Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca. 
José Martí

5.Nadie está solo

En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel,cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
José Agustín Goytisolo



6.Romance luna, lun
A Conchita García Lorca
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Níno, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

    El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

  Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

  ¡Cómo canta la zumaya,
ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

  Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.

El aire la está velando 
Federico García Lorca

7. Rima XIII
Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea
me parece, en el cielo de la tarde,
¡una perdida estrella!
Gustavo A. Bécquer
8. Rima XXI
- ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul-;
 ¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Gustavo A. Bécquer

9. Rima XXIV

Dos rojas lenguas de fuego
que, a un mismo tronco enlazadas,
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama;
dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan;
dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata;
dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y al juntarse allá en el cielo
forman una nube blanca;
dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,

eso son nuestras dos almas.
Gustavo A. Bécquer

10. Rima XCI
Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse

la llama de tu amor...
Gustavo A. Bécquer
11. Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Poema 1


Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,

y la fatiga sigue, y el dolor infinito. 
Pablo Neruda

12. Fin de año 

En un par de días acabará este año
y comenzará uno nuevo,
el primero en que ya no te necesite.

Conduzco el pasado con calma hasta el desguace
y la verdad es que no sé si me alegra del todo
saber que me ha llevado cinco años
superar algo que entendí en cinco minutos:
que nuestra historia era imposible
como mirar la silueta de la lluvia.
Pero ya ves, nunca he sido diestro
en las tareas del olvido,
nací sin saber descifrar bien
la caligrafía de un adiós.

Resulta agotador que en nuestras cabezas
siempre tenga que ser todo para siempre,
y es jodido entender que formo parte
de ese ejército de hombres tristes
del que suelo hablar en los poemas cuando no hablo de mí.

Y no es hablar de una edad en que
el sudor dictaba el horario de las sábanas
ni de tu dulce recuerdo
cuando me hacías el amor en la cocina.
No es eso. No siento nostalgia de ti,
sino nostalgia de mí,
del chico que se atrevía
a tener una cita a ciegas con su destino
y volvía, quizá golpeado, pero convencido.

Buscábamos olvidar y lo logramos.
Aquí te dejo la herida de la victoria,
de entender que ese olvido
es saber que en el fondo
no fue posible nuestra historia
y que ahora hay que desaprender el camino
que conduciéndome a esa ciudad llamada nosotros

me llevó tan, tan lejos de mí.
Marwan

13. Doble o nada

Todos estamos enamorados. 
Solo algunos estamos despiertos.

El amor es un paréntesis abierto
Elvira Sastre

14. El día y la noche

Tú me entiendes mejor que la noche. Me crees cuando te digo que estoy cantando a pulmón, mirándote a los ojos intensamente. Tú me entiendes cuando haces burbujas rosas con jabón de manos y  me las envías para que las explote.

Tú me entiendes cuando pides dos cafés con mucha leche, edulcorando mi paladar con dos pastillas. Me sigues la corriente cuando voy volando rápido con el paraguas y el chubasquero, porque sabes que si no me coges, camino. Tú me entiendes cuando escribes mis poemas a lápiz y me regalas la libreta, comiéndome a besos nocturnos.
Tú me entiendes porque crees en lo imposible cuando me tocas la cara con las manos frías y me calientas los mofletes. O cuando me tocas los dedos con la palma de la mano abierta mientras observas mi sonrisa blanca, ilusionada y tímida.

Tú me entiendes mejor que la noche. Vuelves a inquietarme con tus dudas y reflexiones, con tus respiraciones fuertes y tus silencios longevos. Me crees cuando te digo que te quiero, que me vuelves loca cuando reapareces cuarenta y ocho horas después y
me traes bombones en una bolsa azul. Me crees cuando te digo que te quiero conmigo, en la calle o en el cine, en cualquier lugar insólito.

Tú me entiendes aun lo incomprendido de las palabras, aun los versos formando bombas atómicas, aun leyendo jeroglíficos anticuados. Tú me entiendes mejor que la noche; por eso el día soy yo. 


Angie R.


He introducido a modo de conclusión un poema que hice hará ya unas semanas. Aparte de este, tengo otros que iré compartiendo a medida que pase el tiempo. Espero que os guste, aunque soy consciente de las faltas que pueda tener y de que muchos no entendáis algunas líneas (estoy dispuesta a explicar lo que haga falta). Estoy comenzando y sé que con el tiempo mejoraré,pero primero debo pasar por la cola de los incomprendidos- e inconformistas-.