viernes, 6 de octubre de 2017

Me despido de Madrid


Me despido de Madrid

He aquí unas primeras palabras. El primer momento que pensé en visitar Madrid fue en bachillerato. Una profesora de Lengua Española hablaba de la generación del 98. En ese momento, me imaginé dentro de esos años, caminando en una ciudad esperpéntica, como diría Valle-Inclán. La profesora relataba batallas de la época, de los paseos de literatos, de los lugares a los que frecuentaban casi en manada. Sus nombres parecían estar escritos en las butacas. Las mesas donde reposaban los codos tenían siluetas, tenían historia. El Café Gijón fue la imagen con la que fantaseé los siguientes años. Madrid olía a Café Gijón. Madrid no podía ser otra que todas aquellas escenas de antaño, donde la literatura brotaba por las esquinas, por los barrios como el de Las Letras y por los teatros más célebres de la ciudad nocturna.

Me despedí de Madrid, en junio de 2017, visitando por primera vez Café Gijón. Necesité tres años para llegar, aunque el camino fuera corto. Sin embargo, en ese intervalo de tiempo he conocido la realidad, algo que no tenía en mente cuando puse rumbo a la ciudad para estudiar Periodismo. Esa realidad probablemente haya servido para no olvidar mi breve paso: mi primer piso en Lucero (cerca de Carabanchel) o mis dos años en el espléndido barrio Diego de León – aquí, tal vez, mis mejores tiempos.

Con Madrid tuve algo así como una estrecha relación de amor-odio. Como amar profundamente a tu mascota pero estar impedida y limitada por lo que cuesta cuidar del animal. Lo más eufórico fueron los primeros meses, como en un recién nacido: abres los ojos, ves algo nuevo y empiezas a vivir. Vivir es el verbo que define lo que sentí y experimenté en ese tiempo. Gracias a todo ello, todavía conservo mis mejores amistades, los que han marcado mi etapa universitaria. Creo que sin ellos nada de la magia de la capital hubiese tenido la misma efectividad o la misma fuerza.

Vivir con los ojos abiertos, pero dejarse llevar. Como si vas “de Madrid al cielo”. Algo así se respira en la ciudad. En esta idea también tiene cabida lo más amargo. El primer año me sentí perdida, confusa, a la vez que sensible, y muy incómoda. Quizá fuera el barrio, quizá algunos momentos tormentosos, sentimentales. La cosa es que se convirtieron en placeres que tocaba vivir. Como sabores inexactos pero que al tragarlos  todo tiene sentido.

De Diego de León me llevo unos años personales, egoístamente hablando. Los días culminaban tranquilos, serenos. La bonita monotonía, los deberes de mi vida, me llenaban de satisfacción. Mis paseos por el barrio Goya, por el barrio Salamanca y una etapa marcada por la gastronomía invadieron mis momentos personales por completo. Mantengo todavía unas buenas vibraciones cuando quedaba con mis amigas por calles preciosas, cerca de Velázquez, y acabábamos la tarde en el Retiro. Tampoco se me pasa mencionar el barrio Ibiza, aquella luz celeste y un sol radiante fuera la hora que fuese y el frío que tuviese. Yo le llamo la ciudad de la luz.

Madrid no solo ha marcado mi juventud, también ha recuperado mi diversión, mi fanatismo y el placer por la música. Tengo un gran acompañante en mi vida a quien debo dar las gracias por poner en marcha mi motor. Por inspirarme, sobre todo, en la música. En el periodismo musical.
He recorrido medio país, he comido mucho y he bebido poco. He improvisado, he animado en un pueblo a una pila de kilómetros de la capital y he reído mucho. Hemos reído mucho, en piña. La amistad es el pilar más importante en esta etapa. Uno nunca sabe cómo pisar en una universidad, así que mejor hacerlo con el resto. Lo mismo cuando empiezas tus primeras prácticas. Lo bonito es poder crear una piña tan fuerte de pelar que perdurará, intacta para siempre.

Las historias se terminan como empiezan. O eso dicen. Así que acabaré mi despedida con el Café Gijón:

-          Iba paseando, bajo la lluvia, de la mano de mi acompañante. Otra vez esos nervios, aquellos mismos que sentí cuando la profesora de bachillerato relataba el pasado con audacia. Gracias, me gustaría decirte. 
Café Gijón, Café Gijón….repetía constantemente en mi cabeza. Entré y me senté. Me quedé congelada por un momento, capturada por la fotografía de mi recuerdo. “Esto es Café Gijón”, la esencia de Madrid y su literatura. Es como imaginarte las torres infinitas de Nueva York, como el Empire State. En el fondo dices: Nueva York es el Empire State.
ensé acabar mi etapa por la capital de la misma forma que la imaginé: desde el café donde 
Cada sorbo de Madrid me sabía al recuerdo del pasado. Así que pun día frecuentó Valle-Inclán.
Fuiste espléndida, Madrid. Gracias por todo en tan poco.

He aquí unos de los pocos recuerdos, los que marcaron más mi paso por Madrid, aunque no están todos los que me gustaría:

Mi primer Madrid Fashion Week
Mi primer San Cemento 


Mi primera vez en Picnic


Cumple Julia en su casa de Madrid

Mi primera vez en Toledo siendo estudiante

Paseo con amigos de la uni por el Retiro

Cumpleaños de Fran

Segunda vez en Lolina Vintage bar

Primeras quedadas de fiesta

Un pequeño museo de ilustraciones en una tienda de Malasaña
Cena con mis amigos de El Mundo

Preparando fotos de la orla 
De fiesta con mis amigos de El Mundo
Primera despedida del primer año en Madrid

Primera cita con mi compi-amiga de piso

Segundo amigo invisible (el primero fue piloto)

Calcetines y zapatos casi a juego con Natalia

Nuevos Ministerios iluminado

Primer trabajo en grupo en Plató

Mi primer cumpleaños doble

Primeras prácticas en plató

Maki, uno de mis restaurantes preferidos de Madrid

Vistas desde la Gran Vía

Paseo por Lavapiés

Primer viaje a Oporto con amigas

Midis en Oporto

Otro de mis restaurantes favoritos: Naif

Mi primera vez en sala La Riviera

Día de Nieve en Cercedilla 
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Día de nieve en Cercedilla con amigos
Otro bar súper: Federal Café
Recuerdo de las primeras fiestas en casa de Juan
La primera fiesta de clase en casa de Juan


Angie Ramón