Con un solo click capturé la imagen más bella de la
historia. Su sonrisa.
La historia no
requiere un final, sino un comienzo de algo que no puede acabar. Decidí irme a Noruega
- me encanta la nieve, desde que tenía 8 años- para realizarme profesionalmente
en mi adorable trabajo. Sujeto una cámara, pulso un botón- “tic tac”- luego
repito la misma acción durante horas.
“En ningún momento de mi vida pensé
que algo tan simple pudiese ser tan complejo. Remedar su rostro sería algo
complicado para mí. No es nada especial, casualmente quizá sea lo más escueto
que haya visto. Pero no todo requiere un sentido fácil; todo lo simple llega al
corazón, de la manera más violenta, hasta sentir latir tu alma por unos
segundos….”
Recorriendo
los mares del norte, rebeldes y tirantes atraqué en el país – Puerto de Kirkenes,Finmark- con la ilusión en las
nubes.
Todo en el
pueblo tenía encanto, desde la gente hasta el olor. Mi tiempo merecería
perderlo con una cámara entre las manos. Los primeros días los pasé observando
todo el paisaje en su conjunto y comprendí su vida algo que, para mí, me
costaría asimilar.
Extrañas
apariencias abordaban las calles del centro, y digo extrañas porque me parecían
provocativas. Seguí esos cuerpos, sombras sigilosas, hasta que llegué a una
playa desértica. El color del paisaje provocaba en mí una ansiosa personalidad. Tenía
que capturar lo que estaba viendo. Había algo cerca de mi entorno que me
violaba sin dar detalle.
“Cuando atravesaba los callejones
podía sentir su perfume el aire que me acompañaba. Corría, corría y
mi sonrisa se congelaba en momentos temporales. Lloraba por sentir quemar el
aire que me rodeaba; estaba llegando…”
Y la vi.
Justo en frente. La vi. Su sonrisa, oh, su sonrisa. Su dulce contraste con la
naturaleza, su perfecta silueta en la orilla. Fotografiaba su presencia porque tan
solo era cuestión de segundos que no la volviera a ver. Entonces aparté la
cámara de mi cara. Aunque los ojos me escociesen, no podía pestañear. Era ese
momento, el único momento por el cual no debía perder detalle. Fui tras ella,
llegando casi a sentir su tez, respirando su respiración, sintiéndome un
diminuto hombre frente a algo tan ilustre. Pero cuando pestañeé me sentí
húmedo,mojado. ¿Dónde estaba? Perdido entre las olas, recuerdo evocar mis memorias
en lo más profundo del mar. Mi cuerpo se sumergía lentamente.
“Lo más importante fue que el retrato
visual permaneció dentro de mi hasta la muerte. Sintiéndome enamorado,
sintiéndome radiante. Cerré los ojos y dibujé su sonrisa en mi boca. Así pude
descansar satisfecho, pero nunca acabar la historia”.
Angie R.