domingo, 2 de noviembre de 2014

Cámara desechable

Con un solo click capturé la imagen más bella de la historia. Su sonrisa.
La historia no requiere un final, sino un comienzo de algo que no puede acabar. Decidí irme a Noruega - me encanta la nieve, desde que tenía 8 años- para realizarme profesionalmente en mi adorable trabajo. Sujeto una cámara, pulso un botón- “tic tac”- luego repito la misma acción durante horas.
“En ningún momento de mi vida pensé que algo tan simple pudiese ser tan complejo. Remedar su rostro sería algo complicado para mí. No es nada especial, casualmente quizá sea lo más escueto que haya visto. Pero no todo requiere un sentido fácil; todo lo simple llega al corazón, de la manera más violenta, hasta sentir latir tu alma por unos segundos….”
Recorriendo los mares del norte, rebeldes y tirantes atraqué en el país – Puerto de Kirkenes,Finmark- con la ilusión en las nubes.
Todo en el pueblo tenía encanto, desde la gente hasta el olor. Mi tiempo merecería perderlo con una cámara entre las manos. Los primeros días los pasé observando todo el paisaje en su conjunto y comprendí su vida algo que, para mí, me costaría asimilar.
Extrañas apariencias abordaban las calles del centro, y digo extrañas porque me parecían provocativas. Seguí esos cuerpos, sombras sigilosas, hasta que llegué a una playa desértica. El color del paisaje provocaba en mí una ansiosa personalidad. Tenía que capturar lo que estaba viendo. Había algo cerca de mi entorno que me violaba sin dar detalle.
“Cuando atravesaba los callejones podía sentir su perfume el aire que me acompañaba. Corría, corría y mi sonrisa se congelaba en momentos temporales. Lloraba por sentir quemar el aire que me rodeaba; estaba llegando…”
Y la vi. Justo en frente. La vi. Su sonrisa, oh, su sonrisa. Su dulce contraste con la naturaleza, su perfecta silueta en la orilla. Fotografiaba su presencia porque tan solo era cuestión de segundos que no la volviera a ver. Entonces aparté la cámara de mi cara. Aunque los ojos me escociesen, no podía pestañear. Era ese momento, el único momento por el cual no debía perder detalle. Fui tras ella, llegando casi a sentir su tez, respirando su respiración, sintiéndome un diminuto hombre frente a algo tan ilustre. Pero cuando pestañeé me sentí húmedo,mojado. ¿Dónde estaba? Perdido entre las olas, recuerdo evocar mis memorias en lo más profundo del mar. Mi cuerpo se sumergía lentamente.


“Lo más importante fue que el retrato visual permaneció dentro de mi hasta la muerte. Sintiéndome enamorado, sintiéndome radiante. Cerré los ojos y dibujé su sonrisa en mi boca. Así pude descansar satisfecho, pero nunca acabar la historia”.

Angie R.