jueves, 29 de agosto de 2013

El futuro está ahí.

El futuro está ahí, esperando a que le alcances.
El futuro está tan próximo a ti, que te aterrorizas. No pienses en que será oscuro o catastrófico. Piensa que una gran parte de tus objetivos se habrán cumplido. Cuando la razón habla, la impulsividad calla. No subestimes a lo que pueda pasar, porque nadie lo sabe.
Intenta crearte una meta fácil y positiva pese a lo que te rodea.  Intenta, también, luchar un poquito para asegurar tu plaza entre las amapolas. Piensa que todo está ahí, cerca de ti; que si te rindes, te paras; que si continúas, avanzas.
Tu quieres estudiar periodismo. Estúdialo. Que nada ni nadie te acribille el camino de la ilusión. Estás siendo consciente de las pocas oportunidades que regala la vida. Bien. Intenta darle la espalda e ir por tu propio camino, sin rumbo, sin tapaderas dañinas, sin juego sucio. Cree en el periodista que serás mañana y ríete de las dificultades que te regaló la vida.
Nunca pares de crear, de diseñar fronteras inimaginables porque tu madre te lo haya dicho. No. Continúa a por el periodista que mañana serás.

Quizá te equivoques; quizá te diste cuenta que no era lo que realmente buscabas. Quizá te guste otra cosa y pienses que es demasiado tarde para comenzar. En este caso la razón no habla, si no el impulso. Impúlsate a lo que prefieras, aunque todos te dirán barbaridades para que frenes y apechugues tu destino ( Tu destino ya está marcado). No, no creas en calamidades sin criterio. Eres libre de tu vida, obviamente.
Piensa que nada es para siempre y que tarde o temprano todo acabará. No vale la pena vivir en una pantomima. Cambia. No requiere esfuerzo cambiar la corriente de las cosas si lo haces con esperanza. Refuta que eres libre de cambiar tu futuro y nadie dirá lo contrario. Díte que quieres ser economista y créetelo. Todo permanecerá igual. Tus años perdidos quedarán en tu mente como fruto cultural. Sabes más. Eres listo.

Al fin y al cabo, nada te espera mejor en este mundo que cambiar de vida y cambiar tu futuro; si quieres, claro.
Angie RR.

martes, 6 de agosto de 2013

Las etapas desaparecen a lo largo de la vida.


Y decían que permaneceríamos juntos toda la vida, que esta aventura no acabaría nunca porque nunca dejaríamos de soñar.

Eran 20 chavales de 12 años cuando comenzaron a unirse hasta formar un gran grupo. Todos los veranos iban a jugar con sus cometas en la playa. Tardaban horas y horas en llegar a casa porque no dejaban de jugar , no dejaban de ir en bicicleta por los lugares más inhóspitos del pequeño pueblo. 
Un día caluroso de un verano cualquiera, se reunieron en la casa-árbol que construyeron años atrás. El más líder del grupo propuso una promesa que jamás podría romperse: "Desde hoy y hasta siempre, nunca nos separaremos, nunca acabará esta aventura.". Todos juntaron las manos para concluir la promesa. 
Los años iban pasando, los chavales crecían y el tiempo cambiaba. Pasaron 3 años y ya solo quedaban 6 en el grupo. Ese verano fue triste, pero más alegre que el anterior. Los 6 amigos, que ya tenían 15 años, se fueron de acampada a la montaña y disfrutaron de una noche mágica y traviesa, con "comida basura", refrescos, chuches,.. Prometieron repetir noches así el resto de los veranos.
Al cabo de dos años todo cambió, ya solo quedaban 4 chavales y las ganas aventureras de los amigos se fueron apagando lentamente, hasta que solo quedó el recuerdo de una infancia más.

Pasaron los años tan rápido que aquellos chavales de 12 años ya tenían 30 años. Todo pasó, los recuerdos, los momentos, las aventuras, la juventud. Hacía más de 15 años que el grupo emprendedor se extinguió.

El líder, aquella figura singular que intentaba mantener el barco en flote, el de la mente fuerte y el corazón flojo, fue el único  que mantuvo vivo una pequeñísima parte del recuerdo. Con 30 años, empresario y soltero, imaginaba cada noche que algún día volverían todos y que los últimos 15 años solo habría sido un sueño. Nunca más tuvo la posibilidad de reencontrarse con los demás porque los demás abandonaron la aventura. 
El líder, triste e impotente, visitó aquel pueblo perdido de todo movimiento humano y pasó algunos días yendo a todos los lugares inhóspitos donde pasó gran parte de su infancia junto a ellos. 
A partir de entonces, nunca más pensó en ello. Nunca más emprendió la aventura imaginaria y nunca más demostró la esperanza de reunirse con ellos. Nunca más. 
Así fue como la último pieza del puzle se perdió y se perdió para siempre. Olvidando el principio y abandonado el final.

Angie R.