lunes, 19 de marzo de 2012

suerte que veo, suerte que te acercas, suerte que te beso.

Barcelona,25 de Mayo del 1977.


Camino por la rambla, un día soleado, donde veo cantidad de gente caminando con una dirección marcada. Veo la gente seria, con prisa, sin mirar atrás, ida por sus pensamientos... Yo, me paro en medio de la humanidad y empiezo a observar todo desde lo más insignificativo a lo más importante. Pero no veo nada, no noto esa sensación artística y moderna del siglo veinte. Me encuentro sola, triste y oscura. Tal vez esta sensación empiece a irse cuando mis ojos se abran bien y miren el mundo al revés, pero de momento la contaminación nubla mi visión. 
Entonces me doy cuenta. Mi vida no depende de una nube contaminosa, ni de un día lluvioso, ni de una calle oscura, ni de gente seria. Depende de mi misma y de la importancia que le de a cada cosa. Por eso, de los días "tristes" es mejor sacar una sonrisa dando al momento menos importancia del que se merece; intentando cambiar la versión. Comencemos el día con ganas, con ilusión y ver lo negro, en blanco. De esta manera, creo que seré feliz. 
A

{title}

jueves, 1 de marzo de 2012

I feel.

Estando en mi balcón tomando el sol, aprendí a mirar más allá de lo físico. Aprendí a observar cómo transcurren las cosas y como nos caemos y nos volvemos a levantar. Aprendí a escuchar los llantos, las alegrías, las ilusiones, las desgracias, la impaciencia, la paciencia…de la gente. Aprendí a confiar de todo lo que me rodea, de la soledad y de las miradas; porque por mucho que quisiéramos no mirar lo malo, lo que realmente parece ser desagradable y desconfiado a veces hay que pensar en que puede ser bueno e incluso algo inesperado en nuestras vidas. Por eso hay que dar un voto de confianza a nuestro instintos y no escondernos de aquello ajeno que intentamos evitar. Aprendí a recitar mi vida con un pentagrama, programando cada ritmo que hago en cada segundo, porque si no programamos unos segundos de nuestras vidas, quizás nunca hagamos ninguna aventura arriesgada por temor a  equivocarnos. Aprendí a razonar que por qué tenía que irse el sol tan pronto para mí. Era de noche y era normal que el sol se escondiera, porque toda la humanidad, todos los astros, todo el universo en conjunto necesita cambios en determinadas horas, para experimentar de todo un poco. Noche, día. Calor, frío. Alegría, tristeza. Guerra, paz…
Sin temor al presente, con la cabeza bien alta y sintiéndome confiada de mi misma, me abarco a la nueva aventura de mi vida: seguir viviendo más años.


Angie R.