Mientras escuchaba la canción Smother, de Daughter, me ha venido a la
cabeza un recuerdo, un viaje a un país europeo. Aunque la historia que narraré
a continuación no será real, el estado de ánimo que describo sí. Será la
creación de una historia ficticia, que a su vez ocurre en un país que visité
realmente, con un sentimiento personal que me hubiese gustado vivir.
Confuso, sí. Pero molará.
It’s just medicine, suena ahora mismo en
mi Iphone. Estoy esperando en el semáforo de Oxford Street y el cielo se ha
vuelto muy gris. Saco el paraguas cuando noto en mi tez las primeras gotas,
delicadas, de lluvia. Y el semáforo reverdece. Y yo cruzo con tranquilidad
entre la multitud.
You' ve got a warm heart, you've got a beautiful brain. Suenan tambores en el cielo, suenan silbidos en los coches. Y en las
personas un rugir extraordinario. El calor humano se agradece en un 3 de
febrero en la ciudad londinense. Rozamos los abrigos y las manos, y puedo
escuchar las canciones de la gente desde sus cascos, la mayoría marca Sony.
Suena The Clash, suena el “Boss”, suena Enrique Iglesias, suena jazz y suena
Oasis- Wonderworld.
Compro en Pizza Hut Delivery un cuarto de pizza y una Coca cola porque,
además del frío, caminar me provoca un hambre feroz. Y he quedado con mi novio
en la entrada de China Town. Cada martes a esta hora me gusta pasear por allí
para comprar todos los productos orientales que han exportado a la metrópolis.
En Tottenham Court cojo el metro y me bajo en Picadilly. Sigo caminando y
observando todo. Me gusta fijarme en los andares de los demás: una mueve mucho
el culo, como yo; otra no se da cuenta que llevar shorts y medias rotas en unos
jamones bien carnosos provoca ser el centro de atención de los mil viandantes
en este momento. Un niño camina con las piernas muy abiertas, como su padre.
Tendrá las piernas arqueadas.
Llego a barrio chino y mi novio lleva esperándome 14 minutos y 23 segundos.
Los cuento porque si no exagera y dice que lleva media hora posado en la pared.
Pongo el moflete izquierdo en su boca para que me dé un beso. Casi siempre
lo hago. Y nos cogemos de la mano mientras le arrincono a los escaparates para
ver qué hay hoy en el mercado. De repente empieza a llover mucho y
él no lleva paraguas, así que compartimos uno. Uno muy pequeño que compré hace unos
meses en H&M.
Son las cinco de la tarde y la noche se aproxima con velocidad a nosotros. Esto, como decía reiteradamente un profesor mío de la universidad, "en otros países de Europa no pasa". Y me refiero a países del sur, porque los del norte son peores que Inglaterra.
Son las cinco de la tarde y la noche se aproxima con velocidad a nosotros. Esto, como decía reiteradamente un profesor mío de la universidad, "en otros países de Europa no pasa". Y me refiero a países del sur, porque los del norte son peores que Inglaterra.
Llevamos juntos cuatro años y dos meses y se nos plantea casarnos pronto,
pero el tiempo pasa y a los dos nos da un poco de pereza ponernos a organizar
todo y reunir a familiares y amigos. Él lleva dos años trabajando en una
empresa de diseño web y yo en otra en corporación. No se trabaja mal, al menos
no nos quejamos todavía. Y nuestros horarios son agradables. Tenemos toda la
tarde para hacer cosas, ir a cenar y dar paseos. Las compras las dejamos para los
momentos solitarios. Al menos yo.
Aunque no tenemos hijos, cuidamos a dos perros, dos bulldogs franceses
negros. Inseparables. Uña y carne.
Por cierto, me llamo Chloe y el Stefan. Somos franceses, parisinos.
Capitales, muy céntricos y cosmopolitas.
A Stefan le encanta Londres y sus famosos
fish and chips. A mí no me gustan, pero los del Great British me encantan. Me
comí hace un mes uno enorme, una merluza. A pesar de ser un
restaurante ubicado en el mismo London Eyed, debo decir que todavía no he probado esa atracción. Me parece muy cara y muy lenta.
Ahora son las ocho y media y llegamos
tarde a cenar. En casa hemos preparado una ensalada de lechugas, tomates
cherry, aguacate y queso. De segundo una tortilla revuelta con tomate. De postre
un brownie a medias.
Nuestra casa es de alquiler, en Clapham.
Tenemos un inmenso parque justo enfrente y el metro muy cerca. En verano
solemos cenar en la terraza porque tiene un decorado muy minimalista, con
madera clara y decorado delicado. Algunas plantas en el suelo y nuestras
bicicletas de paseo colocadas en la pared. Pongo velas de vainilla y a él le
dejo poner la música. Su música es mi música. Hoy suena The Smiths.
Después de la cena tenemos sexo intensivo.
Hoy es un día especial porque es martes, un martes más que estamos vivos. Rozamos nuestros
cuerpos entre las sábanas blancas. Me coge de la mano y yo de la suya y nos
besamos mientras gimo.
El café del día siguiente supo a día
libre. A viaje inesperado, a vacaciones de verano. Stefan me hizo dos tostadas
con york mientras yo seguía removiéndome en la cama a las once de la mañana. Al
final vino a buscarme, me cogió como coger a un niño cuando está dormido en el
sofá, y me colocó en el sofá para desayunar. Hoy empezaban nuestras vacaciones.
Nos íbamos a Mallorca.
Angie R.