viernes, 29 de enero de 2016

España no es un pas de deux , sino un manojo de opciones

En 1789 comenzó la línea separatista de la ciudadanía. La Asamblea Nacional Constituyente
aplaudió la Carta Magna y el juego comenzó: un corralito a favor del derecho del Rey a vetar las
leyes aprobadas por el Parlamento se colocó al lado del presidente; otro corralito, en desacuerdo, se
colocó alejado del presidente. Así comenzó el debate entre conservadores y progresistas.
“Díganlo como quieran, pero sí existe derecha e izquierda”. Así se titula el artículo de opinión del
periodista Siscu Baiges para El Periódico. Y no es cuestión de años acabar con el bipartidismo que
lleva tiempo implantado en España. Es cuestión de conocimiento, experiencia y, sobre todo, de
empaparnos de información para llegar a una conclusión final sobre nuestra historia política. Tiene
razón la periodista Rosa María Calaf cuando dice en una entrevista para Eldiario.es que “el gran
mal de nuestra civilización es que no nos hacemos preguntas” y si no se llega a eso “al final se
consigue lo que decía Napoleón de que el pueblo no tiene que ser libre sino que tiene que creer
que lo es”.
Estamos en un momento de transición. Otra transición, llámenlo como quieran. Pero es un cambio.
¿Por qué? Porque la nueva generación ha nacido espabilada, porque está, en palabras del periodista
Antonio Lucas, “deshaciendo tímidamente el gulag ideológico del corralito bipartidista”.
Hoy venimos más dispuestos que antes y un pilar importante de esto ha sido la tecnología que ha podido desvelar problemas para no dormir, como lo de las tarjetas black, las
cuentas en Suiza, la camarilla de corruptos, etc. Y hemos puesto en duda la historia de dos
corrientes “que emocionó a Spielberg” durante más de dos siglos.
Pero, ¿hay realmente valores morales que se identifiquen con un bando u otro? Sí, y se llaman intereses o valores más que una ideología en sí. Dicho esto, nosotros conocemos- o más bien relacionamosque la parte conservadora- la derecha- vela más por los intereses económicos, porque el rico sea más rico, que las empresas triunfen en el mercado y que siempre lo tradicional funciona; mientras que la banda opuesta- la izquierda- busca un cambio porque la mayoría de la sociedad no pertenece a ese clan de ricachones. Y es la mayoría que se apoyan entre sí para optar a una sociedad
equilibrada y con las mismas oportunidades que el resto de (in-) mortales. “Lo único que existe son
los de arriba y los de abajo, y los de abajo- los de Vallecas y los de L’Hospitalet- somos muchos
más”, dijo Pablo Iglesias en su mitin en el Valle de Hebrón.
A través de esa oleada que impulsa el cambio en los regímenes políticos han surgido nuevas
entidades de liderazgo, aunque emanando de una línea de preferencia u otra. Siempre unos querrán
“avanzar, renovar, progresar, otros querrán dejarlo todo igual o dar marcha atrás”. Así, en vez de
llamarles “Oye, que eres de izquierda”, podremos decir “señor, es usted progresista, rojo, pragmático o estatista, si lo prefiere”. En estos tiempos -modernos y en un cambio universal- las categorías derecha e izquierda ya no guardan ningún sentido relevante, por lo que hablar de tales conceptos constituye un anacronismo incapaz de representar la complejidad y heterogeneidad de dichas ideas. Es una falacia lo que Daniel Bells habla del “fin de la ideología” o cuando Francis Fukuyama aludía al “fin de la historia”.
No es fin de la ideología, sino fin de dos conceptos introducidos en la RAE que ha separado la
mentalidad de la humanidad para volcar la historia en una división constante, como una especie de
método para manejar mejor el mundo. Hay que romper con la tradición, imponer el cambio, y ese
cambio se ha notado en las nuevas generaciones. Por ello, estamos en una transición brutal. Los
nuevos partidos se guía por la izquierda y la derecha, como nombres simples pero que, al final, los
identificamos según una forma de pensar u otra. Pero siguen siendo nombres. Por ello, los nuevos
partidos irrumpen la tradición del bipartidismo, lo que no quiere decir nuevas ideología que
aparecen por arte de magia.
Todas las corrientes doctrinales emergen de la historia. Mientras Podemos, IU, Compromís, Bloc,
ERC, etc siguen un pensamiento más progresista, social, igualitario, en definitiva, izquierdista,
otros serán más reformistas- que no progresistas-, estatales, empresarios y poderosos. Unos más
extremos y otros menos, pero al fin y al cabo son ideologías que se han implantado a lo largo de la
historia y todo cambio que se haga tendrá conexión con el pasado.
Lo cierto es que, como dice Agustín Laje, el principio de todo será admitir que estas categorías
calificativas, gusten o no, jamás perdieron su relevancia”. Ni lo harán.
Así que en conclusión, la derecha e izquierda no significan sólo ideologías. Quien piense que sí está
equivocado porque “reducirlas a la pura expresión de un pensamiento ideológico sería una injusta
simplificación, pues también indican programas contrapuestos respecto a muchos problemas cuya
solución pertenece habitualmente a la acción política. Se trata no sólo de ideas, sino también de
intereses o valores”. No lo digo yo, lo dice Norberto Bobbio.
Esta verbena de las generales empieza a tener gracia. Solo falta que los nuevos triunviratos no crean
en el psicoanálisis de los resultados como un fin. “Lo decente es ponerse a currar cuanto antes sin
caer en la soberbia del depositario de la verdad. Eso ya lo hemos tenido y miren qué festival”. No lo
digo yo, lo dice Antonio Lucas.

Angie R.

1 comentario:

  1. Considerar aún a ideologías liberales y "menos liberales" izquierda y derecha muestra toda tu inmadurez política. Análisis flojo y basado en el discurso que se escuchan a diario en "Al rojo vivo", para hablar de política hay que estudiarla un poco más. Saludos

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