sábado, 1 de octubre de 2011

Llueve.

Veo caer, desde mi ventana, las gotas translúcidas y brillantes desde el infinito. Me visto; me pongo mi gorro blanco, mi abrigo gris con botones, los vaqueros muy estrechos que compré hace poco y mis manoletinas. Abro la puerta y me llevo conmigo el paraguas y los guantes. Hace frío, pero a la vez siento una temperatura perfecta: sin calor, con viento, pero sin un frío extremo. Salgo a la calle y noto que las ojas caen, que el día está apagado y que la gente está seria y pensativa.
Me pongo los cascos de música y camino por las calles de Manhattan con la música en mis oídos. La gente me mira, me sonríe y a la vez me observan. Llego a Central Park, porque tengo una cita...una cita conmigo misma para ver el agua caer entre sus ojas verdes y oscuras. Veo parejas tumbadas bajo un paraguas, veo gente corriendo sin parar, veo pajaros refugiándose de la llúvia, veo brisas de los lagos resplander entre los rascacielos...veo tantas cosas que de pronto me veo a mí, sentada, en un banco solitario y mojándome cada vez más, sin el paraguas. Me levanto y empiezo a correr por todo; sin parar. No veo gente, ni veo sonrisas, ni color...Entonces me detengo y pienso, pero luego respiro y empeizo a reír profundamente sin parar! ¿Por qué?-me pregunto, sin dejar de reír.
Un jóven me toca el hombro y me sonríe. Yo le miro sin saber por qué, pero hay algo en el que da seguridad y le observo mientras me responde a mi pregunta:
Bienvenida al Otoño. Entonces yo comprendo todo...me siento feliz y ese motivo es a causa del querido amigo Otoño. Miro con ojos saltones al jóven y le contesto:
- Es un placer, grácias.
Angie

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta!